Carisma

Desde su fundación, esta Archicofradía supuso una clara alternativa al excesivo militarismo e implicación política imperantes en la Semana Santa malagueña de la época, proponiendo un modelo de fraternidad penitencial en el que primase, esencial y exclusivamente –obviando cualquier tipo de ‘elemento’ extraño a su fin primario–, la meditación espiritual en torno a la Pasión de Cristo, ofreciendo pautas para la reflexión personal y el enriquecimiento de la vida cristiana de sus hermanos. Ello daría origen al arquetipo de Hermandad austera que perdura en el día de hoy, manteniendo unas señas de identidad inequívocas en comunión con la idiosincrasia de las solemnidades pasionistas de la ciudad de Málaga, aunque reivindicando siempre el sentido de la celebración, el esplendor litúrgico y la acción social permanentes como piedras angulares de su compromiso cristiano.

Desde sus comienzos, ese espíritu renovado no pasó inadvertido a los obispos titulares de la Mitra malacitana, toda vez que cada uno de ellos, ininterrumpidamente, ha venido distinguiéndola con diferentes prerrogativas que han ido refrendando y confirmando la línea seguida desde los primeros tiempos. Así, el Beato Manuel González García asiste a las primeras intenciones fundacionales y a la primera institución corporativa, promovida en sufragio de los pasados sucesos de 1931 y en impetración de la tan deseada paz para la Iglesia, que tantas persecuciones y saqueos había sufrido desde los sucesos de 1931. Su sucesor, Balbino Santos y Olivera confirma la erección canónica de la Archicofradía en la Parroquia de la Santa Cruz y San Felipe Neri, en enero de 1936 y, posteriormente, la traslada a la de los Santos Mártires Ciriaco y Paula, autorizando su primera estación de penitencia en 1942 desde la hoy desaparecida Iglesia de San José. En su nueva y definitiva sede pasaba a ocupar diez años después de su definitiva erección y tras una leve fase de interinidad la Capilla reservada a la exposición y adoración del Santísimo Sacramento, ocupada desde 1712 hasta la consagración del reedificado templo en 1777. El mismo prelado concedía, en 1945, el privilegio de poder iniciar la anual Estación de Penitencia desde el interior del Templo parroquial, ya que los años anteriores lo había realizado desde unas lonas dispuestas bajo la torre. También, en ese mismo año –a iniciativa del Párroco y Director Espiritual, Luis Vera Ordás–, facultó la celebración en la tarde del Viernes Santo de un Vía-Crucis parroquial por las calles de la feligresía, encomendándose su organización y desarrollo a los hermanos de Pasión quienes participaban revestidos con el hábito penitencial, ostentando las insignias corporativas y portando unas andas con un crucificado. Años después, y por expreso deseo episcopal, este acto de culto era investido de un carácter público extensivo a toda la ciudad.

El cardenal Ángel Herrera y Oria, consciente de lo que suponía la trayectoria ejemplar de la Archicofradía –conforme, en todo momento, a los principios de esa religiosidad depurada verdaderamente interior y ajena al intrusismo extra-religioso que él siempre perseguía–,  no sólo mantuvo la celebración del Vía-Crucis –que solía presidir desde el balcón principal del Palacio del Obispo–, sino que lo revistió de una importancia sin precedentes al elevarlo a todos los efectos, en 1957, a la consideración de ‘oficial’ de Málaga, mandando que al mismo asistiese el Seminario, el clero y el cabildo catedral. Tan relevante acto de culto público se mantuvo así hasta aplicarse la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, en 1967. A partir de esa fecha quedaría como oficial el Vía-Crucis que celebra la Hermandad de Jesús Nazareno de los Pasos en el Monte Calvario, cada Viernes de Dolores, desde la parroquia de san Lázaro hasta la ermita del Monte Calvario. Junto a ello y con carácter excepcional, Herrera y Oria permitió a la Archicofradía seguir desarrollando la Estación Penitencial desde el interior de la Parroquia, pese a las disposiciones del propio cardenal que obligaron a las restantes Hermandades a “montar” los tronos en otros lugares fuera de las iglesias, alegando que ello suponía una interferencia para el oficio religioso.

Pese a la brevedad de su paso como obispo residencial, Emilio Benavent Escuín ejerció una línea continuista del cardenal por cuanto siguió presidiendo el Vía-Crucis y manteniendo un grato recuerdo de sus vivencias con la Archicofradía. Prueba de ello es su entusiasta beneplácito a presidir el Triduo en honor de María Santísima del Amor Doloroso de 1985, siendo arzobispo emérito del Vicariato general castrense.

Durante el pontificado de Ramón Buxarrais Ventura fueron varias las gracias concedidas. La explicación radica, nuevamente, en la identificación del prelado con el carisma de la Archicofradía, diferente al de esa Semana Santa politizada y militarizada que, hasta cierto punto, puede explicar el talante reacio e incluso adverso a las Hermandades que Buxarrais demostrara a su llegada a Málaga. De esta manera, muy pronto, esa actitud en todo favorable se manifestó en la concesión de importantes privilegios. En 1975 se reforman sustancialmente los Estatutos, que son aprobados por el obispo Buxarrais Ventura en mayo.

En 1978, Monseñor Buxarrais Ventura aprueba la nueva modificación de las Reglas. El 18 de septiembre de 1982 delega en monseñor Rafael Jiménez Cárdenas el gesto de coronar litúrgicamente a María Santísima del Amor Doloroso y el 4 de marzo de 1984, inaugura los actos conmemorativos del 50º Aniversario fundacional de la Cofradía de Nazarenos, bendiciendo personalmente él mismo las obras de restauración de la capilla de los Sagrados Titulares.

Sin embargo, el más relevante de las prerrogativas episcopales conferidas a la Hermandad en esta etapa sería la restauración, en 1977, del tradicional Vía-Crucis en un escenario tan excepcional como el interior de la Santa Iglesia Catedral Basílica, llevándose a cabo ahora en el transcurso de la Estación de Penitencia en la tarde del Lunes Santo. Con ello, el obispo Buxarrais manifestaba su deseo de conservar, perpetuar y adaptar a los nuevos tiempos el antiguo y edificante acto penitencial aunque con una mayor solemnidad. Entre 1978 y 1987, el ceremonial catedralicio contemplaba la celebración de la Misa de Nazarenos, presidida en múltiples ocasiones por el propio mitrado. En 1988, se volvía a retomar el rezo del Vía-Crucis acorde al protocolo litúrgico actualmente en uso, que incorpora a la finalización del rezo de las Estaciones la solemne bendición a todos los hermanos y fieles presentes con el Santísimo Sacramento.

Ese carácter eucarístico tan inseparable de la esencia de la corporación se vería refrendado de un modo oficial y canónico por el obispo Buxarrais al decretar, en 1978, la fusión de la Cofradía de Nazarenos de Jesús de la Pasión con la antigua Cofradía del Santísimo Sacramento, fundada en la Parroquia de los Mártires en 1927. Desde 1937, esta última permanecía prácticamente inactiva, aunque manteniendo esporádicamente algunos cultos eucarísticos en la festividad de los Santos Mártires, el 18 de junio; de hecho, de los escasos elementos patrimoniales pertenecientes a la misma, Pasión ‘heredó’ la bandera sacramental: un lienzo en tonos blancos en el que de manera popular se representaban a los Mártires, Ciriaco y Paula, flanqueando una custodia.

Finalmente, y como ya quedó referido, en julio de 2001, Monseñor Antonio Dorado Soto, reconocía la legitimidad que asiste a la Corporación a usar del título honorífico de ‘Archicofradía’, dado que la aludida Sacramental fusionada con la Cofradía de penitencia en 1978, estaba agregada en virtud del Derecho Canónico a la Archicofradía del Santísimo Sacramento erigida por el Cardenal Vicario de Roma, en la Basílica Patriarcal de San Juan de Letrán, omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et caput.

Actualmente la Archicofradía Sacramental de Pasión cuenta con una nómina cercana a los dos mil hermanos, de los cuales ochocientos participan en la anual Estación de Penitencia de cada Lunes Santo, distinguiéndose en todo momento por el orden, severidad y elegancia que otorgan al cortejo. La vida interna de la Corporación durante el año está marcada por la celebración mensual de la Misa de Hermandad y posterior Sabatina rezada en honor de la Virgen. Los cultos de regla también incluyen: Quinario a Jesús de la Pasión, en la cuarta semana de Cuaresma; Triduo a Jesús Sacramentado con Procesión Eucarística por la feligresía, así como dos actos de desagravio a la Eucaristía en Febrero (Quincuagésima) y Diciembre (octava de la Inmaculada); Triduo a María Santísima del Amor Doloroso coincidiendo con la festividad de los Dolores Gloriosos de la Virgen, en Septiembre, y Rosario de la Aurora el tercer domingo de Octubre.

 Su carisma sacramental y penitencial pervive en el espíritu cotidiano a través de las diferentes actividades encuadradas en el programa de formación cofrade ofertado a los hermanos, en el que se incluyen catequesis de perseverancia, confirmación y matrimonios, así como la convocatoria de tres Convivencias en los tiempos litúrgicos más significativos.